jueves, 29 de enero de 2015

Las alucinaciones del opio de tu mirada

El Gran Astro me iluminaba el camino hacia el hipotético hogar, pues sediento me encontraba tras tu búsqueda sin final aparente y principio anhelado.
La terregosa arena se evaporaba incandescente de ansias volátiles viajeras mientras yo la observaba con mis ventanas biológicas llorosas por tu pérdida.
Siempre con una fuerza sobrehumana me disponía paso a paso por este desierto. Siempre con mirada gacha aplastado por incesantes melodías de radiación fotónica sin saber hacia donde ya me dirigía.
Como un fumador de opio alucinógeno del torero de Dalí conseguí divisar un enorme pepino con púas y rocosas piedras sin vitalidad aparente pero que modelaban el entorno vital que les rodeaba. Las impertinentes esencias inhabitadas de vida son espectros porque han aportado parte de su aroma vivaz a la máxima expresión de seres vivos.
Alzo por fin mi cabeza y ya sólo puedo ver una absoluta suculenta e instantánea oscuridad con incontables estrellas centelleantes y específicamente personales con un mensaje de luz.
Enfoco mi mirada a una de ellas, a la más enorme. Para mi sorpresa se materializa en algo antropomorfo, en una mirada de Lady Marina.
Me sentí como un alquimista al transmutar el más preciado oro, encontré la piedra filosofal que Nicolás Flamel tanto ansió y no concluyo.
Los ojos grandes y felinos, negros y transmisores de descubrimientos metafísicos estaban atentamente señalándome, dirigidos a la diana de mis especulares ojos.

Fue el momento en el que el fumador de opio retorna del sueño, se levanta de su silla de madera chirriante y forja su vida en el encuentro con los Ojos, con ella, con Lady Marina.


Siempre agradecido, siempre fumador del opio de tu mirada, siempre enganchado a ti.



Álvaro Garrido Aragón

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